A Juan José lo acaba de detener una patrulla de la Guardia Nacional. A la distancia parecía que uno de sus focos traseros no prendía, pero justo ahora que el oficial lo revisa, comprueba que, en efecto, funciona perfecto. 

Tal vez para no dejar o a ver qué puede conseguir, un segundo uniformado le pregunta por los documentos del vehículo, de la carga y, por supuesto, su licencia para conducir. 

Juan José está perfectamente capacitado y sabe lo que debe hacer. Hacía ya mucho tiempo que no lo detenían, pero también sabe que a veces los policías o, como en este caso, los gendarmes, nada más andan viendo a quién le encuentran algo. Pero este no será el caso, lo sabe. 

Entrega los papeles que le solicitan, todo en regla, y ahora los uniformados le preguntan qué lleva y para dónde va. Responde lo segundo y les dice que ahí en los papeles está toda la información de las mercancías, que si ya se puede ir. 

A uno de los guardias no le gusta el comentario y le dice que si a poco sí cree que lo van a dejar ir así nomás. Juan José encoge los hombros y le responde que si hubiera una razón para detenerlo ya lo habrían hecho. 

El mismo gendarme va a su patrulla con los papeles en la mano y tarda deliberadamente. Acaso quiere decirle que depende de él y sólo de él que el operador pueda seguir su camino. 

Justo en ese momento pasa un tractocamión tan lento que alcanzan a ver el rostro del conductor, con la mirada perdida y signos de cansancio totalmente visibles. 

Pero no sólo eso. También lleva varias luces descompuestas y las llantas notoriamente lisas. Saca mucho humo negro. 

Juan José no busca meterlo en problemas, pero les pregunta a los uniformados que si a él no lo iban a inspeccionar, que si a poco ese no era su trabajo. Que si ya se puede ir, vuelve a preguntar. 

En efecto, el guardia que no tiene los papeles le hace señas al otro conductor y éste se detiene, mucho más allá de donde recibió la indicación, así que el uniformado tiene que caminar de más para llegar a él.

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Fue más el tiempo que tardó en llegar que lo que duró la revisión. Mientras volvía sobre sus pasos, aquel operador continuaba su camino. Y el uniformado regresó con algo que ocultó en sus bolsillos. 

Juan José no hizo mención, pero sabe bien qué fue lo que pasó. La paradoja de tener todo en regla y perder tiempo de forma innecesaria, y aquel que ya se fue con la bendición de los elementos de Seguridad. 

Le dan sus papeles, como asumiendo que son a cambio de su silencio. Y éste los toma, se sube al camión y continúa, al igual que nosotros, Al Lado del Camino. 

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