Imagina un camión cargado de mercancías recorriendo las carreteras mexicanas. Ahora, multiplícalo por 500,000. Esa es la cantidad aproximada de vehículos de carga que circulan diariamente en México, dejando tras de sí una huella de carbono que no sólo impacta al medio ambiente, sino también a la competitividad del país. ¿Sabías que casi una cuarta parte de las emisiones de CO2 en México proviene del transporte de carga? Cada kilómetro recorrido con el tanque lleno de diésel deja una marca invisible, cada vez visible: la huella de carbono.
Durante años, la logística mexicana se ha medido por su velocidad, su cobertura y sus costos. Hoy, una nueva variable se suma a la ecuación: la sustentabilidad. Las cadenas globales de suministro están exigiendo trazabilidad ambiental, reportes de emisiones y compromisos concretos de reducción. Lo que antes era un tema de responsabilidad social, ahora es un requisito para seguir siendo parte del juego.
La logística mexicana es una de las más intensivas y por ende más contaminantes de la región. Según reportes oficiales, el transporte concentra más de una cuarta parte de las emisiones del país, y el grueso se explica por el movimiento en carretera. En paralelo, la edad promedio de las unidades de carga en operación supera los 18 años de antigüedad, lo que implica motores menos eficientes, mayores consumos y más emisiones.
Los grandes centros urbanos Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, enfrentan un dilema: cómo mover millones de productos sin agravar la contaminación y el tránsito. Mientras tanto, las empresas exportadoras deben adaptarse a las nuevas exigencias de los mercados internacionales, donde el carbono se ha convertido en una variable de costo. Por ejemplo, el Mecanismo de Ajuste de Carbono en Frontera (CBAM) de la Unión Europea ya penaliza importaciones con altas emisiones, y muy probablemente Estados Unidos y Canadá adoptarán políticas similares.
El cambio no sólo viene de las regulaciones internacionales. Los consumidores también están transformando el mercado. Hoy, el 70% de los compradores en línea mexicanos afirma preferir marcas que se comprometan con la sustentabilidad. En otras palabras, quien contamina menos, vende más. El compromiso ambiental bien comunicado no sólo genera preferencia de compra, también confianza y lealtad sostenida.
En el sector manufacturero, los indicadores ESG ya son parte de la estrategia. Sin embargo, en logística aún hay un espacio importante de oportunidad para medir la huella de carbono y traducirla en eficiencia operativa. El crecimiento del eCommerce también ha elevado la presión: más entregas, más rutas y más paquetería implican más emisiones. Lograr que ese crecimiento sea sustentable será uno de los grandes retos del ecosistema logístico.
El primer paso hacia la acción es medir. Sorprendentemente, muchas empresas mexicanas aún no saben cuántas toneladas de CO2 generan sus operaciones logísticas. Sin una línea base, es imposible mejorar. Las organizaciones más avanzadas están adoptando metodologías como el GHG Protocol, que clasifica las emisiones en tres categorías:
- Alcance 1: Emisiones directas de la operación.
- Alcance 2: Consumo eléctrico.
- Alcance 3: Toda la cadena extendida.
En el sector logístico, el Alcance 3 suele representar más del 70% de las emisiones totales, lo que obliga a colaborar con clientes, transportistas y operadores.
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¿Que se está haciendo para reducir este impacto?
Empresas como Estafeta, Grupo Bimbo y DHL están liderando el cambio con flotas eléctricas urbanas. Bimbo, por ejemplo, ya cuenta con más de 1,400 vehículos eléctricos, la flota privada más grande de Latinoamérica, y planea duplicarla. DHL ha incorporado unidades eléctricas de dos toneladas en sus operaciones metropolitanas, reduciendo más de 60% de sus emisiones locales. Aunque los camiones eléctricos aún no son viables para trayectos largos, la tecnología avanza rápido y los costos de baterías siguen cayendo.
Gracias a la analítica avanzada y a los sistemas de gestión de transporte (TMS), muchas empresas están logrando reducir hasta un 15% del kilometraje total recorrido, al consolidar entregas, mejorar el llenado y eliminar recorridos innecesarios. La Inteligencia Artificial permite anticipar la demanda, simular escenarios y tomar decisiones en tiempo real para minimizar la huella logística.
Los centros de distribución también están evolucionando. Cada vez más empresas implementan paneles solares, iluminación LED y sensores de movimiento. Un almacén de 10,000 m2 puede reducir más de 150 toneladas de CO2 al año sólo con eficiencia energética. Además, el uso de empaques retornables o reciclables comienza a ser estándar entre los grandes operadores.
Detrás de cada litro de diésel, de cada refrigerador en operación o de cada envío urgente hay un costo ambiental que pronto se hará visible en los números. Las compañías que no se adapten a las exigencias de sustentabilidad difícilmente podrán sostener su posición en los mercados internacionales ni mantener la preferencia de los clientes.
Ser competitivo y sustentable no son caminos opuestos. La eficiencia energética, la reducción de desperdicios y la planificación inteligente generan ahorros directos. De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) una empresa que optimiza su red de distribución y cambia a vehículos más eficientes puede reducir hasta un 20% de sus costos operativos y un 30% de sus emisiones simultáneamente.
Sin embargo, la infraestructura intermodal sigue rezagada, la flota envejece, y el acceso a financiamiento verde es limitado, sobre todo para las Pymes. A nivel gubernamental, programas como Transporte Limpio han sido un primer paso, pero aún falta una política más amplia que impulse la transformación energética del transporte y la adopción de tecnologías bajas en carbono.
El Gobierno de México tendrá que desempeñar un papel clave como habilitador de la transición sustentable, fomentando incentivos fiscales, inversión en infraestructura eléctrica y marcos regulatorios que faciliten la adopción de energías limpias en transporte y almacenamiento. Sólo así las empresas podrán avanzar de manera masiva hacia una logística baja en emisiones.
La reducción de la huella de carbono en la logística mexicana es hoy una necesidad real y al mismo tiempo una gran oportunidad. El país avanza hacia una economía más verde y el sector logístico tiene un papel central en ese proceso.
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Luisa Fernanda Calderón Haro es Analista Performance Improvement – Alvarez & Marsal.
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