En las últimas semanas, dos anuncios distintos han encendido las alertas en la industria automotriz y del transporte de carga en América del Norte. Por un lado, el Paquete Económico 2026 en México propone elevar aranceles hasta 50% para más de 1,300 fracciones arancelarias de países sin tratados de libre comercio, con un impacto mayor sobre vehículos ligeros, autopartes y bienes de consumo. La medida, que busca proteger la industria nacional frente a prácticas desleales, hasta el momento no incluye códigos arancelarios para tractocamiones ni autobuses.
Sí incluye camiones nuevos con peso bruto vehicular inferior o igual a cinco toneladas (vehículos encendidos por chispa / gasolina, por compresión / diésel, y sus variantes híbridas), y camiones eléctricos en todas sus capacidades, aumentando el arancel a 50 por ciento. Para vehículos nuevos de pasajeros de 10 o menos personas, se aumenta a 50% el arancel a vehículos nuevos de motores con cilindrada, de gasolina de más de 1,000 cm, de diésel de más de 1,500 cm , y en todas sus capacidades los híbridos gasolina, híbridos gasolina enchufables y eléctricos.
Estos aranceles, aplicados principalmente a países asiáticos, alineándose con los que ya puso el Gobierno de Estados Unidos, han sido muy bien vistos por las autoridades del tesoro estadounidenses.
La política arancelaria de EU alcanza a la industria de pesados
Por otra parte, en Estados Unidos, el Departamento de Comercio inició una investigación bajo la Sección 232 para determinar si las importaciones de camiones medianos y pesados y sus partes representan una amenaza para la seguridad nacional.
Con un arancel de 25%, la American Trucking Associations (ATA) advierte que el precio de una unidad nueva podría subir en 30,000 dólares o más, encareciendo la renovación de flotas y elevando costos logísticos a los transportistas estadounidenses, y con el respectivo impacto en las exportaciones mexicanas.
Aunque se trata de políticas distintas y con motivaciones diferentes —protección industrial en México y seguridad nacional en Estados Unidos—, ambas confluyen en un mismo punto: impactarían directamente en el sector del transporte en México.
Los aranceles propuestos impactarían directamente en el sector del transporte en México y en la industria armadora de vehículos pesados, específicamente en la importación y el movimiento de autopartes y, sobre todo, de vehículos ligeros, uno de los sectores más dinámicos y generadores de carga para el autotransporte nacional. En lo inmediato, los traslados desde los puertos del Pacífico hacia el interior del país tenderían a disminuir, mientras se reajustan las cadenas productivas.
En paralelo, la investigación 232 en Estados Unidos apunta de lleno a los vehículos pesados, el principal activo de cualquier empresa transportista. Un incremento de hasta 30,000 dólares por unidad encarecería la renovación de flota de los transportistas estadounidenses, reduciendo su competitividad.
Este efecto también tendría repercusiones en México: menos flujos de autopartes entre ambos países y menor exportación de vehículos pesados terminados, lo que a su vez afectaría la operación y la rentabilidad del transportista mexicano.
La antesala del T-MEC
El momento no es casual. Nos encontramos en la antesala de la renegociación del T-MEC, cuyo proceso de revisión debe iniciar este octubre. En ese marco, medidas arancelarias de este tipo pueden ser leídas como posicionamientos previos en la mesa de negociación.
Y aunque la propuesta del Gobierno de México busca fortalecer a la industria nacional, es probable que tenga un efecto previo a la entrada en vigor, de acelerar importaciones para evitar arancel, lo que podría saturar más puertos, pero con una subsecuente caída drástica al entrar en vigor la medida; y si en ese momento sumamos la incertidumbre de la investigación en Estados Unidos, el resultado puede ser un golpe doble que termine afectando tanto la operación diaria de los transportistas como la competitividad logística de la región.
El desafío estará en encontrar un equilibrio: defender la industria nacional frente a importaciones intensivas, sin frenar el flujo de autopartes y vehículos que sostienen tanto a las exportaciones como al mercado interno de transporte. Porque al final del día, el autotransporte mexicano no sólo mueve mercancías: mueve el empleo, la competitividad y la sostenibilidad del país.
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Miguel Elizalde
Experto en Movilidad Sostenible
Redes @MELIZALDEL
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