La historia de Águila Nocturna no comienza en un reluciente corporativo con ventanales polarizados ni un patio con muchas hectáreas de superficie, sino en la bulliciosa y caótica Central de Abastos de la Ciudad de México, allá por 1985. 

Su fundador, don Ramón Valdés, un hombre de apenas 30 años, oriundo de un pequeño rancho en Hidalgo, llegó a la capital con una maleta y su único capital: un viejo vocho modelo 72, apodado «El Vocho Veloz».

Don Ramón no tenía camiones, ni bodegas, ni siquiera una oficina. Su «empresa» era él mismo y su vochito. Empezó ofreciendo pequeños fletes de frutas y verduras a locatarios del mercado que necesitaban llevar su mercancía a tienditas de la esquina o los tianguis en colonias aledañas. 

Con una lona y unos cuantos lazos, «El Vocho Veloz» se transformaba cada madrugada en un improvisado vehículo de carga, zigzagueando entre los puestos y el gentío, entregando sus pedidos con una puntualidad obsesiva y un trato amable que pronto le ganó la confianza de sus clientes.

Los primeros años fueron de sacrificio extremo. Don Ramón dormía pocas horas, a veces en el propio vochito, y cada peso que ganaba lo reinvertía. Ya para 1988, con ahorros de dos años, pudo dar el primer gran paso: comprar una Chevrolet C-30 de redilas, usada pero al cien. 

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La pintó de un azul intenso y le puso el nombre que hoy es leyenda: «Águila Nocturna», en honor a sus largas jornadas de trabajo bajo la luz de la luna, entregando pedidos mientras la ciudad dormía.

La adquisición de esa camioneta marcó un antes y un después. Águila Nocturna dejó de ser un sueño y se convirtió en una realidad tangible. Don Ramón comenzó a especializarse en rutas de distribución para pequeñas y medianas empresas que necesitaban mover mercancía entre la Ciudad de México y estados cercanos como Querétaro, Puebla y el Estado de México. 

Su lema era simple: «Lo entregamos anoche, para que usted lo tenga listo al amanecer.» Esta promesa, cumplida una y otra vez, cimentó su reputación.

El verdadero despegue llegó con la globalización y la apertura comercial de los años 90. En 1994, gracias a un préstamo bancario que le permitió adquirir sus primeros tres camiones International de carga pesada, Águila Nocturna pudo incursionar en el transporte de larga distancia. 

Establecieron sus primeras rutas hacia Guadalajara, Monterrey y Veracruz. La empresa creció con la infraestructura carretera del país, adaptándose a las nuevas tecnologías y regulaciones.

Hoy, Águila Nocturna es un referente en el transporte de carga en México. Cuenta con una flota de más de 50 unidades, desde camionetas de 3.5 toneladas hasta tractocamiones de doble remolque, todos equipados con sistemas GPS de última generación y monitoreo constante. 

Sus más de 80 empleados, entre operadores, personal administrativo y de logística, comparten la ética de trabajo y el compromiso que Don Ramón Valdés inculcó desde los inicios.

Su sede principal se encuentra en Naucalpan de Juárez, Estado de México, estratégicamente ubicada cerca de importantes corredores logísticos. Tienen centros de distribución en Monterrey, Guadalajara y Mérida, lo que les permite una cobertura nacional eficiente. 

Han diversificado sus servicios, ofreciendo desde carga consolidada hasta transporte especializado de materiales peligrosos y refrigerados, atendiendo a industrias tan variadas como la automotriz, farmacéutica y de consumo masivo.

Don Ramón, ahora con 69 años y el pelo cano, sigue siendo el presidente del Consejo, aunque ha delegado gran parte de las operaciones a sus hijos, quienes crecieron viendo a su padre construir un imperio a base de sudor, sacrificio y la promesa inquebrantable de una entrega a tiempo. 

Cuando se le pregunta por el secreto de su éxito, siempre responde con una sonrisa: «Nunca olvidamos que empezamos con un vochito y que cada carga, grande o pequeña, es importante. Y que la noche, por más oscura que sea, siempre termina con una entrega al amanecer.»

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