En muchos casos, cuando una persona nace ya tiene un par de opciones para el futuro, ya que las actividades familiares o el oficio de los padres se convierten en la herencia que uno recibe o simplemente continúa con el legado, y así fue el dilema de Edgar Armando Iribe De la Paz, un joven sinaloense que bien podía ser trailero o pescador.
Originario de Los Mochis, Armando Iribe es hijo de un pescador que se ganó la vida en el agua, aunque el oficio no lo heredó, ya que su padre era trailero; eligió el agua para mantener a su familia y escribir esta historia, así que ahora su hijo tendría dos opciones.
Pescador como su padre o trailero como su abuelo. Desde niño le gustaron ambos oficios, incluyendo la mecánica, pues les ayudaba a arreglar las lanchas y los camiones, la constante era que le gustaba el trabajo y desde siempre supo que la mejor forma de vida era a través de una actividad honesta y que les permitiera mantener a la familia.
Mientras se iba por largas horas al agua para pescar por las mañanas, por las tardes su abuelo le enseñaba a manejar el tracto. Dos vehículos bien distintos, pero al mismo tiempo dos formas importantes de fortalecer el lazo de la sangre.
Ya que tuvo edad, probó con algunas otras actividades, pero se dio cuenta de que lo que realmente quería era ser trailero, así que tramitó su licencia y consiguió trabajo, pues también sabía que no sería difícil lograrlo.
Ahora sí, a aprender el oficio de forma profesional, primero en sencillo, luego en el full, con góndolas, volteos, camas bajas, en fin, siempre aprendiendo, y de hecho eso es lo que más le gusta de su trabajo, que nunca se aburre y siempre puede aprender algo nuevo.
Ahora que radica en Tijuana, sus rutas son en todo Baja California, de tal manera que no está expuesto a la inseguridad de otros lugares, sin embargo, lo más difícil de su trabajo tiene que ver con los tiempos muertos, ya sea en las aduanas o en los patios de carga o descarga.
Pero también en las carreteras, ya que considera un gran reto tener que estar atento todo el tiempo, a la expectativa de algún conductor irresponsable o temerario, cuidarse para cuidar a otros.
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Edgar Armando tiene un hijo y un nieto de apenas un año. Si algún día cualquiera de los dos quisiera seguir sus pasos, él sería el primero en apoyarlos, ya que sabe que es un oficio muy noble, aunque muy matado.
Y entre sus planes ahora está cruzar la frontera para dedicarse más tiempo a conducir en las carreteras de Estados Unidos y construir nuevos horizontes, para él y para su familia.
Sobre un mensaje o consejo para otros operadores, sobre todo para los más jóvenes, Edgar Armando hace énfasis en la perseverancia, ya que quien tiene la oportunidad de conducir un tractocamión, siempre tiene la posibilidad de hacerlo cada vez mejor, hasta convertirse en experto.
Y lo mismo pasa con la confianza, pues si bien es importante conducir con seguridad, cuando alguien lo hace demasiado confiado puede ser demasiado riesgoso, ya que se escatima en la prevención.
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