Alguna vez, Adriana Lobo, Directora General de WRI México, recurrió a una metáfora para explicar cómo se podría mejorar el transporte público dentro del concepto de la movilidad: el juego es la movilidad y el transporte público o los vehículos, el juguete. Había que entender el juego para saber cómo utilizar mejor los juguetes, decía. 

Ahora, tras dos años de pandemia e iniciando el tercero, Adriana Lobo repara en cuánto han cambiado las reglas del juego, debido a la emergencia sanitaria. La demanda de transporte público cayó estrepitosamente en 2020 y aún no recupera sus niveles de 2019.

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“La reactivación económica también está relacionada con los miles de personas que tienen que trasladarse a sus centros de trabajo, y que lo hacen en el transporte público. 

“Y por eso las reglas cambiaron, porque mientras unos siguen trabajando desde casa, otros deben salir, pero las calles permanecen llenas de vehículos”, apunta. 

¿Qué es lo que pasó? se pregunta la especialista. Pues que la pandemia, en gran medida, agudizó la brecha de género, principalmente para las mujeres que son mamás. 

¿Y cómo incide esto en el transporte? En opinión de Adriana Lobo, la pandemia ha tenido mayores afectaciones para la base de la pirámide social, para las personas con menores recursos y oportunidades, así como para las mujeres.

“Es por eso que tenemos una gran oportunidad para replantearnos las posibles soluciones de movilidad para todos y, con especial énfasis, para las mujeres, pues se requieren sistemas de transporte más eficientes y ecológicos, pero también más seguros e incluyentes”, afirma.

Desde su trinchera, la entrevistada destaca la importancia de incluir a más mujeres en posiciones de liderazgo, ya que hacen falta políticas públicas que refuercen los trabajos para adelgazar la brecha de género. 

Agregó que se precisan tomadoras de decisiones que incidan directamente en beneficio de las mujeres. 

No es un tema de opiniones, sino de hechos. Al margen del debate, hay hechos concretos que dejan ver lo que se ha conseguido, lo que falta por hacer y lo que se ha avanzado en torno a una situación que puede llegar a ser, por decir lo menos, preocupante.

En la Asociación Mexicana de Autoridades de Movilidad (AMAM), por ejemplo, antes había dos mujeres y ahora hay siete. Es decir, sería injusto afirmar que nada ha cambiado, pero sería exagerado declarar que todo va bien.

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Y si enfocamos el tema en términos empresariales, es imprescindible reparar en la igualdad salarial: que un hombre o una mujer ganen lo mismo por tener las mismas responsabilidades. 

Aunque la idea suena justa y quizá hasta obvia, en la práctica se crea un déficit que podría ser mínimo o, en algunos casos, abismal. No importa si es un peso o son 100,000. No tendría porqué haber diferencias.