Al igual que cientos e, incluso, miles de operadores en este país y en el mundo, para José Juan Alanís, alias “El Chatito”, este oficio le viene por herencia, ya que desde que era casi un niño se subió al tractocamión con su padre, para que le enseñara todo lo que se podía aprender del volante, y mucho más. 

Aunque han pasado más de 40 años, él recuerda que cuando tenía doce, su padre le enseñó a manejar un viejo camión con motor Perkins. Allá por 1980, cuando Juan tenía unos 12 años y aprendió en los vehículos de una pequeña empresa que tenía su familia. 

Dos años más tarde, por primera vez su padre pudo comprar un camión nuevo, financiado, pero tardó más en llegar a las filas de la empresa que en ser robado, justo afuera de su casa.

“El Chatito” recuerda que desde aquella época se estilaba el robo al transporte, aunque nada se compara con lo que vive hoy el sector, sin embargo, volvieron a endeudarse con otro torton, pues sabían que la mejor manera de crecer era invirtiendo en tecnología y renovación vehicular. 

Y así pasaron los primeros años en los que Juan aprendió todo de su padre, de tal manera que esta pequeña historia también supone ser un breve homenaje a su mentor, en 15 de mayo, Día del Maestro. 

“Teníamos un pequeño negocio y ahí aprendimos mis hermanos y yo, cargando materiales, moviendo los camiones, conociendo los caminos, los hábitos y hasta los vicios, para que cuando estuviéramos en cualquier situación, siempre tomáramos la mejor decisión. Todo eso y más nos enseñó mi padre, quien falleció hace pocas semanas”, señala El Chatito. 

Su 10-28 le viene porque era demasiado joven para andar manejando un camión, de tal suerte que se le quedó el mote en diminutivo y, hasta la fecha, hay personas que lo conocen más por su sobrenombre. 

Años después, cuando “El Chatito” ya andaba por los 20 años se fue a trabajar con uno de sus tíos que también tenía camiones, pero ahora sí ya le tocó un tracto, y además nuevo, y además Kenworth. Y desde ese entonces, esté donde esté, siempre con la misma marca. 

Luego de ganar experiencia y seguir aprendiendo, Juan decidió independizarse y se compró un camión, además de que su madre le regaló un rabón para iniciar su negocio. Intentó de distintas formas, logró comprar más vehículos, de menor rango, pero igual con crecimientos modestos, sin embargo, no lograba despuntar el negocio. 

Tuvo temas de accidentes y también de robos y hasta le desvalijaron una camioneta, de tal manera que mejor cerró el negocio, porque no era negocio. Y volvió al volante como empleado operador en Cooperativa Cuauhtémoc y después en Flemsa, ahora con autotanques. Está contento en esta empresa.

Pero eso no es todo, ya que en plena pandemia, José Juan decidió inscribirse a la universidad, pues desde hacía algún tiempo le había entrado la inquietud de convertirse en abogado. 

Estudiaba los domingos en Cuernavaca y podía alternar el volante con la estudiada, al grado de que ya es pasante y poco le falta para titularse. Aunque no tiene planes de retiro próximo como operador, sí le gustaría ejercer la abogacía en cuanto se baje para siempre del camión.

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Hoy, con su pareja, sus hijos ya grandes y un estilo de vida saludable, para “El Chatito” el futuro luce prometedor y continúa forjando su propio camino.

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