Sin dudas, el mundo del autotransporte es tan complejo como cualquier otro, pues aquí se desarrollan todo tipo de empresas, historias, personas y pequeños mundos en los que si bien cada quien lleva agua para su molino, las oportunidades no suelen ser las mismas para unos y para otros.

Como en todo, las empresas transportistas también son clasificadas en tamaños: grandes, medianas, pequeñas y hombres-camión. Estos últimos contemplan el ancho del sector, pues de acuerdo con cifras de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), el 83% de las empresas registradas antes la Secretaría de Hacienda pertenecen a este segmento y representan el 28% del parque vehicular de carga en el país.

Como miles de transportistas en el país, Ramiro Hernández opera su propio vehículo y se enfrenta todos los días a las problemáticas de ser un hombre-camión: el precio del diesel, el peaje, la falta de financiamiento, corrupción e inseguridad, entre otros temas.

El señor Hernández platicó con TyT y nos contó que a 40 años de distancia, hoy el sector autotransporte es cada vez menos rentable, pues entre la competencia y las grandes diferencias entre las grandes empresas y los pequeños transportistas, la utilidad se ha visto mermada y “ya no alcanza para vivir de una forma holgada, más bien hay que vivir al día”.

Ramiro Hernández es dueño de cuatro tractocamiones: dos no sirven. De los dos que circulan en las carreteras nacionales, el más “nuevo” es modelo 93 y el otro es del 76. A pesar de que los ha repotenciado, sus chasises siguen siendo los originales y prácticamente todos los arreglos y reparaciones se las hace él: “soy mecánico, llantero, operador, técnico y no sé qué más”, afirma.

“Con esos dos camiones mantengo a mi familia. Eso sí, yo mandé a mis hijos a la universidad para que no tuvieran que dedicarse a esto. Yo escogí este oficio porque mi papá y mi abuelo eran transportistas, pero nunca quise que los míos eligieran este camino porque está canijo. Ya no es como antes”.

Uno de los principales problemas que ha enfrentado este transportista en los últimos años es a los altos niveles de corrupción, que, según cuenta, van desde el responsable de ofrecerle fletes hasta en ocasiones a la autoridad, situación por la que, desde su punto de vista, el sector no avanza.

Día con día, agrega, también se enfrenta a los bajos costos de los fletes, que aunado a la norma de pesos y dimensiones, ha visto mermada su utilidad. Así lo explica:

“Imagina que hago un flete de Culiacán al Bajío y lo cobro en 13,000 pesos. De eso, hay que descontarlo lo que me gasto de diesel, lo del peaje, mis comidas y pongamos que me quedan libres unos cinco o seis mil pesos. Llevo una mercancía determinada y por equis o por ye, cuando me llega a parar la autoridad tengo que desembolsar más dinero. O sea que hasta eso hay que considerar con cada viaje porque entre flete y flete, los costos de operación cada vez son mayores cuando en teoría deberían ser menores».

Es por eso que cada vehículo le genera una utilidad aproximada de 10,000 pesos mensuales, cifra de la que tendría que salir el gasto de mantenimiento, refacciones y composturas, que por cierto las hace él mismo.

Y así, con la problemática en torno al hombre-camión, el señor Hernández sigue llevando sus dos tractocamiones entre Celaya y Sinaloa. Dice no tener acceso al financiamiento y espera recibir pronto su pensión del seguro social. Cuarenta años de su vida los ha dedicado al volante y ante el panorama que le ha tocado vivir, considera que difícilmente las cosas pueden cambiar.

Como él, miles de transportistas en el país se deben enfrentar a las condiciones menos favorables del sector y aun así siguen representando a la gran mayoría de las empresas que ofrecen este servicio.

Finalmente, el entrevistado hace un llamado para que las autoridades y las instituciones financieras se acerquen más al hombre-camión y establezcan medidas más accesibles para que, personas como él, puedan renovar sus unidades y sumar varios puntos en competitividad y productividad.