Debido a su prolongada exposición a los contaminantes ambientales, los choferes de transporte público están propensos a afectaciones pulmonares, por lo que se recomienda que sus revisiones médicas sean cada año y no cada tres años al cambiar la licencia-tarjetón.
Así lo señaló el Instituto Politécnico Nacional (IPN), luego de que a través de un estudio aplicado a conductores del servicio de transporte público, se detectara que estar expuestos 10 o más horas a los contaminantes tiene afectaciones pulmonares en poco más de una tercera parte del total de operadores evaluados.
Los especialistas recomendaron instrumentar acciones encaminadas a mejorar la salud laboral de los operadores de transporte público, como una revisión médica anual que incluya una prueba para determinar si el operador posee condiciones de salud adecuadas para desempeñar su labor y evitar complicaciones por patologías cardiopulmonares.
El proyecto se centró en los efectos que provoca exponerse estos largos periodos a los contaminantes ambientales e incluyó la valoración a 36 operadores de microbús, de entre 40 y 77 años de edad, y que han desempeñado ese oficio entre 13 y 50 años ininterrumpidos, y ninguno de ellos había sido diagnosticado con alguna patología pulmonar asociada a estos contaminantes.
Los resultados de las pruebas respiratorias que miden la magnitud absoluta de las capacidades y los volúmenes pulmonares (espirometrías) evidenciaron que 36.12 por ciento del total de la muestra contaba con alteraciones.
De esa cifra, 19.3 por ciento mostraron patrones obstructivos: Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), en tanto que el 16.6 por ciento restante manifestó problemas posiblemente asociados a ventilación y fibrosis.
En dicha investigación se corroboró la hipótesis de que los operadores de microbús con mayor antigüedad laboral tienen más problemas pulmonares, al establecerse una relación entre esta actividad y la disminución de la capacidad pulmonar, así como la reducción del flujo de aire para el apropiado intercambio gaseoso.
El estudio fue desarrollado por Edgar Ruiz Quiterio –que con esta investigación el grado de maestro en ciencias en salud ocupacional, seguridad e higiene–, y fue asesorado por la investigadora de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía, Guadalupe González Díaz.