Como thriller o quizá ciencia ficción –por no decir una película de terror–, ya son decenas de conductores los desaparecidos en los últimos años cerca del kilómetro 26 de la autopista Monterrey-Nuevo Laredo.

Al menos, de los datos registrados por las autoridades, podrían ser entre 30 y 100 personas las que habrían desaparecido en este tramo de la autopista de 200 kilómetros que une a ambas ciudades del norte. Ahora ya bautizada como “la carretera del terror”.

Una persona cuenta que hace unos meses fue testigo de una de estas desapariciones. Muy temprano, apenas cuando salía el sol, el anónimo tomó su bicicleta y salió de su casa ubicada a unos 10 kilómetros del lugar.

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Recuerda que la mañana lucía tranquila y templada, casi fría. Antes de incorporarse a la autopista, vio cómo tres camionetas pick-up le dieron alcance a un tractocamión. La escena le quedó a unos 500 metros, pero la recuerda perfecto. 

No hubo disparos, ni derrapes o choques. El camión se orilló, se detuvo y las camionetas lo rodearon. En menos de un minuto, las pick-up siguieron su camino hacia Nuevo Laredo y el tracto se quedó ahí, todavía encendido y con las intermitentes prendidas. 

Aunque le dio curiosidad, esta persona no se acercó al lugar, además de que su destino era en sentido contrario. Pedaleó despacio para ver si pasaba algo más. Nada. Sobre la vialidad seguían pasando vehículos de todo tipo en ambas direcciones, hasta que perdió de vista la unidad abandonada.

Se ocupó hasta el mediodía, y cuando estuvo de regreso, vio que había movimiento donde antes había estado el camión. Un par de vehículos, personas sobre el acotamiento, niños un poco más adentro jugando entre la hierba. 

Ahora sí, con más curiosidad que recelo, se acercó despacio, incluso se bajó de la bici. Al pasar por ahí dio las buenas tardes y alguien le respondió. Apenas tomó camino adentro, una persona lo detuvo, le preguntó que si era de por aquí, que si iba o venía, que si no sabía lo que había pasado. Se quitó la gorra, atrancó la bici y dijo que no, que apenas iba para su casa, pero su actitud era de quien estaba ávido por que le contaran. Así fue. 

Quien preguntaba era cuñado del operador al que habían levantado bien tempranito. Lo bajaron de su camión y se lo llevaron, quién sabe quién y quién sabe a dónde. Ahí estaban su cartera, su teléfono y sus papeles. La mercancía, intacta. 

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Cuando llegó a su hogar, en medio de una comunidad de veinte casas que no eran de barro ni de caña brava, ya todos adivinaban lo sucedido: que nomás se esfumó, que se lo llevó la bruja, que lo levantaron los malos o que simplemente desapareció. 

Alguien más atinó a decir que ya eran varios los operadores desaparecidos en ese tramo de la carretera del terror, que hasta cuándo seguirá esa situación. Quizá la única persona que vio lo sucedido se despidió y se metió a su casa, imaginando a esos tantos conductores que no volvieron a la suya y que ya no están recorriendo esta remota Autopista del Sur.