Uno de los errores del autotransporte está en el lenguaje. Alguien solicita u oferta camiones, fletes, viajes o remolques. A esa lista se agrega la tecnología, certezas, garantías y la promesa de llegar en tiempo y forma. El yerro de las palabras está cuando se omite un factor determinante: una persona.

Todas las mercancías, insumos y bienes que llegan a su destino lo hacen en camión. Y un operador es quien lo conduce. La responsabilidad es enorme. En el mismo sentido, las flotas que entienden esta premisa tienen claro que si el conductor trabaja en las mejores condiciones, los resultados serán cada vez mejores.

Cada mañana, en algún centro de distribución, en un patio de carga, un almacén o en el mismo punto de venta, una persona espera treinta minutos, seis horas e, incluso, medio día o uno entero para ser atendida. Y de vuelta a al siguiente destino sumando kilómetros y entregas. El pan suyo de cada día.

Empresas relacionadas con el reclutamiento de operadores han identificado a las flotas con altos y bajos índices de rotación. ¿Por qué los conductores duran poco o por qué llevan años en la misma empresa? Cierto es que son muchos factores los que influyen: salarios, prestaciones, rutas, costo por kilómetro, proyección y naturalmente el propio vehículo. No hay un algoritmos que establezca un valor universal e inamovible.

Sin embargo sí hay parámetros perfectamente medibles para valorar las condiciones para laborar en una empresa. En el autotransporte hay casos ejemplares y es por eso que fuera de sus patios no hay carteles que anuncian vacantes. Se lo toman tan en serio que la rotación es casi nula. Es por eso que, una vez más, es importante regresar al operador al centro de la ecuación.

 

Profesionalización y certificación

 

En línea con la semántica del autotransporte, un nuevo paradigma para su profesionalización apunta a la evolución de choferes a operadores, de traileros a profesionales del volante. No se trata sólo de cambiar las palabras, sino de hacerlo también con el significado. Y en ese sentido, las certificaciones son un papel clave para dar ese gran salto.

De acuerdo con la Organización Internacional de Transporte por Carretera (IRU, por sus siglas en inglés), los conductores son el activo más importante de una empresa. “La satisfacción y la confianza del cliente dependen de la capacidad de los conductores para operar el vehículo de manera segura y brindar un servicio impecable”.

De esta manera, advierte el organismo, una certificación basada en la evaluación siempre permitirá a las empresas mejorar sus niveles de servicio, a fin de fomentar la excelencia profesional, ganar la confianza del cliente y atraer, desarrollar y retener a los mejores conductores.

Y como se trata de una relación ganar-ganar, la IRU explica que los esfuerzos enfocados hacia el operador son para beneficio mutuo, decir, mientras el operador es capacitado en temas de conducción, conocimiento del vehículo, gestión de emergencias y servicio al cliente.

De ahí viene el creciente déficit de operadores capacitados y mientras Gobiernos, usuarios y proveedores de transporte no encuentren la fórmula para crear más y mejores semilleros, el panorama no será más alentador.

Estimaciones de la IRU apuntan que en los últimos 15 años esta situación se ha agravado, y naturalmente no solo en México o Norteamérica. Se trata de un fenómenos a nivel global. En nuestro país la cifra oscila los 50,000, mientras que en Estados Unidos supera los 60,000.

Pero en otras latitudes, como en Brasil, por ejemplo, el déficit es de 100,000. En Alemania, dentro de los próximo 10 ó 15 años se jubilará el 40% de los conductores y la demanda será de 150,000 plazas. Y el Reino Unido vivirá lo mismo en un par de años, pues 35,000 operadores se retirarán y el número rondará los 52,000.

De esta manera, los qués parecen más claros. Lo mismo pasa con los cómos y los quiénes, incluso los cuándos. Reivindicar al operador significa dignificar y respetar su actividad. No más y no menos. Crear mejores prácticas en torno a él y replicar estos modelos… por el bien de todos.