Aunque nació en Atlacomulco, Estado de México, Guadalupe Delira Díaz se mudó a Morelia cuando todavía era una bebé de brazos, pues sus padre consiguió una gran oportunidad de trabajo en la capital michoacana: él era operador quinta rueda y le convenía más vivir en Michoacán.

Como suele pasar en estas historias y al ser hija única, Guadalupe añoraba los periodos vacacionales para irse de viaje con su padre. Le encantaba subirse al tractocamión e imaginar que era ella la que conducía; es probable que al menos pusiera las manos al volante mientras su padre la subía en sus piernas .

Para su cumpleaños, para Reyes Magos y también para Santa Claus, ella siempre pedía tractocamiones de juguete, a escala, todo lo que tiene que ver con vehículos. En cambio, recibía muñecas y cosas “para niñas”, aunque nunca le gustaron del todo. 

Cada que ella mencionaba ser trailera, como él, su padre le decía que no, que las flores no se dan sobre el asfalto, así que le daba largas y siempre le dijo que mejor fuera a la escuela, que estudiara una carrera. Y así fue creciendo.

Justo cuando ella tenía 20 años, su padre accedió a enseñarle y a conseguirle trabajo en la empresa donde laboraba. Ella se emocionó y pensó que al fin cumpliría su sueño, y además con el mejor maestro y ahora también compañero de trabajo. 

Y en eso estaban, con la enseñanza, los trámites, la licencia, en fin, tomaba tiempo e iban lento, pero un tema sorpresivo de salud los sorprendió y arrebató la vida de su padre. Fulminante. 

Además de huérfana, se quedó sin plan, con su madre y dos hijas. ¿Qué pasaría con su sueño?, ¿qué seguía? El duelo fue cruel, doloroso y largo, pero no se rindió. 

En la empresa donde trabajaba su padre ya no podía retomar la enseñanza, pues él era quien le enseñaría, así que tuvo que buscar otras opciones, hasta que encontró una opción en Aguascalientes, para capacitación, tramitar su licencia y hasta conseguir trabajo, pero la situación económica no era la mejor. 

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Pero sí se mudaron y encontró una empresa que le ofreció capacitación, mas no trabajo, pues la política era no contratar mujeres, sin embargo, sí le dieron la posibilidad de aprender ahí. Y ella tomó esa oportunidad. 

Ya que aprendió y juntó dinero para su licencia, nadie la detendría. Consiguió trabajo con una cementera y después en Translogar, donde actualmente transporta principalmente leche, con rutas preferentes en Durango. 

Ahora tiene tres hijas y su madre es quien las cuida, a ellas igual les encanta el tractocamión y cuando tengan edad y, eventualmente, le pidan a su madre que les enseñe, así lo hará. 

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