Cuando David terminó la preparatoria, le dijo a sus padres que prefería ponerse a trabajar en lugar de seguir estudiando, pero éstos se negaron y le dijeron que al menos les entregara un título universitario, de lo que fuera, pero que terminara la universidad, y “El Oso” les dio gusto. 

Ya uno de sus amigos de la secundaria le había dicho que se fuera a trabajar con él manejando un tractocamión, que en la empresa estaban contratando, pero David le explicó la situación y a los 18 años pensó que se le hacía tarde para alcanzar a su amigo; incluso llegó a imaginar que podía conseguir un buen trabajo si estudiaba Contabilidad. 

Y así fue, se metió a estudiar la carrera en su natal Veracruz y, aunque le gustó la experiencia universitaria, en cuanto tuvo el papel en sus manos, les dijo a sus padres que ya había cumplido con ellos, pero que su sueño era ser trailero. 

“Bueno, al menos tendremos un hijo trailero licenciado”, dijo su padre cuando le dio la bendición y le pidió que pasara lo que pasara buscara su felicidad. Y eso nunca lo olvidó “El Oso”. 

Durante esos cuatro años de universidad nunca perdió contacto con su amigo traileros e, incluso, cuando eran vacaciones, se iba con él y aprendió a manejar quinta rueda. Le gustaba mucho ver el amanecer y conocer las carreteras, los paradores, los patios, todo. Hasta la comida en los lugares más recónditos de México. 

Justo cuando estaba por cumplir los 23 años se presentó en la empresa del amigo y la persona de Recursos Humanos lo bromeó, le dijo que llevaban ya cuatro años esperándolo, pero como ya tenían contador, nomás le podían dar trabajar de operador. 

Y ya nadie lo bajó del camión. Desde esa época hasta la fecha, cuando han pasado 25 años, ha sido feliz manejando y conociendo todas las carreteras del país y también algunas de Estados Unidos y Canadá. 

Su inquietud siempre lo mantuvo en movimiento y cambió de trabajo en cuanto encontró una manera de crecer y seguir aprendiendo. 

Ya con el tiempo detrás, «El Oso» puede observar que si bien la estabilidad económica y laboral son importantes para este y cualquier trabajo, en el gremio de los operadores resulta más importante que la empresa se preocupe por ellos, que respeten sus descansos y los motiven a seguir creciendo. 

“Lo peor que te puede pasar es que seas un obrero del volante, que una empresa te vea como una máquina de conducir, que te quedes estancado. A mí me pasó, pero muy rápido me moví de ahí, ya que si bien la paga no era mala, mi papá siempre me dijo que fuera feliz, y pues ahí no lo era”. 

También está consciente de que el mundo y el autotransporte cambiaron y seguirán cambiando, pues la inseguridad, la violencia y los riesgos ahora son mayores, de tal manera que es entendible que hagan falta tantos profesionales del volante. 

Pero es un oficio noble, agrega, ya que ningún día es igual a otro y nunca dejas de aprender, además de que tienes oportunidad de conocer a mucha gente, y esto se traduce en tener una visión más grande del trabajo y de la vida. 

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David “El Oso” González está por cumplir 50 años y afirma que volvería a manejar otros 25 años, mientras el cuerpo se lo permita; tiene dos hijos y ellos eligieron otros caminos, y para él está bien, ya que, al igual que su padre, sabe que lo más importante para ellos y para todos es su bienestar y su felicidad, y eso lo construyen ellos, no él.