El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) se ha convertido en el contrapeso de la política económica nacional, contrario a lo que sucedía con el TLCAN, el cual era el complemento de una serie de medidas internas que daban certidumbre, aseveró Antonio Ortiz Mena, vicepresidente Senior de Albright Stonebridge Group. 

Durante el primer día de actividades del XXVII Congreso del Comercio Exterior Mexicano, organizado por el Comce, el especialista advirtió que México está expuesto a riesgos futuros que pueden dañar su comercio con el bloque conformado por el T-MEC. 

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En el panel “Nuevas reglas del juego en el T-MEC”, el integrante de la firma de consultoría estratégica internacional aseveró que el principal reto que puede dañar el crecimiento e inversión es la creación de una política económica que no se complementa con reglas del Acuerdo comercial. 

En su momento, el TLCAN era un complemento a una serie de medidas de política económica nacional, que en su conjunto buscaban brindar certidumbre, reglas claras, reglas estables para atraer la inversión. 

Considero que, en cierta medida, el T-MEC se ha convertido en contrapeso, no en complemento de una serie de medidas económicas nacionales que están generando incertidumbre para atraer inversión”. 

Antonio Ortiz Mena, vicepresidente Senior de Albright Stonebridge Group.

El panelista sostuvo que el punto más relevante es la política en materia ambiental y energética, y en particular la propuesta que el Ejecutivo federal presentó sobre la industria eléctrica, a finales de septiembre. 

En lo que se refiere al T-MEC, sí están cubiertas las reformas en materia energética que México implementó en 2013 y, si hay reversión, eso podría derivar en violaciones a compromisos que México asumió en el Tratado”. 

Antonio Ortiz Mena, vicepresidente Senior de Albright Stonebridge Group. 

A las posibles violaciones del Acuerdo comercial se suman las presiones de inversionistas y de los mercados en temas energéticos y ambientales, “que si no se atienden, nos generará una oportunidad desperdiciada”, sostuvo el especialista. 

Habló de aprovechar que se cuenta con un T-MEC con reglas claras, así como el conflicto comercial entre Estados Unidos y China, para atraer la inversión y cubrir la necesidad de generación de empleo en la región. 

Añadió que existen empresas con compromisos claros en la reducción de la huella de carbono durante sus procesos productivos y, si México no ofrece el ambiente para cumplirlos, independiente a la existencia del T-MEC, difícilmente van a aumentar sus inversiones y producción en el país.

Además de la necesidad de que México garantice un suministro confiable de energía eléctrica, a precios competitivos y que sea generador de energías limpias, se sumará la tendencia de los consumidores de optar por productos que tuvieron una baja generación de contaminantes durante el proceso de manufactura. 

Hay una creciente conciencia (ambiental) de los consumidores. Una manera de reducir las emisiones es utilizar vehículos eléctricos y quienes los adquieren van a estar interesados no solo en que ya no van a emitir contaminantes, sino las (emisiones) generadas en el proceso de producción”. 

Antonio Ortiz Mena, vicepresidente Senior de Albright Stonebridge Group. 

«Estos son temas de un mundo que está cambiando a pasos agigantados. Yo creo que a México le representan un reto, si no los atiende bien y de manera oportuna, pero también hay una enorme oportunidad, si nos ‘ponemos las pilas’ para hacer que el T-MEC sea un complemento y no un contrapeso a lo que estamos haciendo a nivel interno, muy en particular en temas de energía y medios ambiente”, concluyó. 

En su turno, José Guillermo Zozaya, presidente de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), añadió que la iniciativa de reforma eléctrica incrementaría, según parece, los costos de fabricación de la manufactura, lo cual sería un golpe directo a la competitividad y una posible causa de ahuyentar algunos productores.

El líder de la industria de vehículos ligeros en México expuso que los incentivos que Estados Unidos pretende dar por la compra de vehículos eléctricos fabricados en su totalidad en aquel país tiene preocupados a los socios del T-MEC. 

Esto puede ser discriminatorio del T-MEC, y sí afectaría a la industria automotriz, no solo porque podría llevar a incentivar a Estados Unidos y desincentivar a otros (vehículos) hechos fuera, sino por la imagen que estarían lanzando al mundo, para que futuras inversiones decidan irse a Estados Unidos a recibir ese tipo de incentivos que México no tiene”.

José Guillermo Zozaya, presidente de la AMIA.

En el cierre del panel organizado por el Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior (Comce), José Zozaya confió en que el T-MEC sea un freno para la medida no avance en el principal mercado de México.

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