Cuando José Gilibert Silva salió de la universidad se encontró con una disyuntiva: ¿ejercer su profesión de ingeniero o construir su propio sueño a partir de su pasión por los camiones? Eligió lo segundo y ahí nació la historia de Transportes Especializados Orizabeños (TEOSA).
Con sus ahorros de juventud se compró una pipa y de cariño la nombró “Yaya”, el apodo familiar de su esposa, un personaje medular en esta historia, pues los años la convirtieron en el roble que daría sombra y remanso a don José, quien no sabía todo lo que le esperaba más adelante.
Empezó a trabajar manejando a la “Yaya” y moviendo combustóleo, como muchos otros transportistas en la región. Eran los años setenta y no había tanta inseguridad ni problemas de violencia o drogas. Tampoco había tantos caminos y los trayectos eran más bien pesados. Pero igual así, él disfrutaba la vida en el volante.
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Con el tiempo fue conociendo el negocio y pensó que podría contratar a un operador para comprarse otro camión. Así lo hizo y de pronto su flota se duplicó. En esas andaban cuando muy pronto sucedió uno de los primeros golpes a este sueño que casi se extingue.
Ese operador que manejaba el segundo camión estaba cargando combustible con un cliente. En la maniobra con personal del lugar una manguera de salida se zafó y alcanzó a rozar el escape del vehículo. Generó una chispa y el camión empezó a arder.
Todo fue en un instante y ya era imposible controlar el incendio. Por mero instinto el operador y las personas de la maniobra intentaron salvarse, pero no salieron ilesos. Mientras el camión ardía, el fuego alcanzó al conductor. Intentaron auxiliarlo, pero al final el 80% de su cuerpo también se quemó.
Don José estaba preocupado e hizo todo por el operador, negoció con el cliente y al final resolvieron que cada quien se haría cargo de sus daños. De hecho, tuvo que vender un terreno y pedir prestado para solventar el accidente, siempre procurando al conductor en estado grave.
Esa fue la primera vez que pensó en renunciar a este sueño y buscar por otra parte. Aún debía dinero y solo un camión más los gastos que seguían corriendo.
Su padre, José Gilibert Aguilar, trabajaba en la planta de Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma, también en Orizaba. Era el director de Ventas y le dijo que se consiguiera otro camión para mover cerveza, que era un trabajo seguro y de menor riesgo que las pipas.
Don José volvió a moverse, a pedir prestado e, incluso, su madre le prestó unos ahorros a escondidas de su padre. Juntó para un camión y así fue como empezó a mover cerveza.
No fue fácil porque al ser nuevo, le tocaban los peores viajes o al menos los que pagaban menos, pero no se rindió. Ahí se quedó y estoico seguía generando para pagar todos los compromisos adquiridos.
Ya luego empezó a mover productos también para Peñafiel y a otros clientes de Oaxaca, Chetumal y Mérida. Ahora sí, con el paso del tiempo pagó sus deudas y empezó, otra vez, su crecimiento, y compró otro camión y luego otro y uno más.
Para la década de los noventa ya tenía una flota de 30 camiones e invitó a sus amigos y colegas de Orizaba a crear una empresa: Autotransportes Pico de Orizaba, que conglomeró a varios hombres-camión con el fin de conseguir mejores condiciones operativas.
La empresa de don José, que aún no se llamaba TEOSA, siguió creciendo junto con sus socios. Pero ya para 1998 un descuido administrativo también estuvo a punto de cavar la tumba a este sueño.
Malos manejos de contabilidad le provocaron una deuda impagable para ese entonces. Más de 7 millones de pesos en impuestos. Don José no podía pagar esa cifra y hasta intentó vender su empresa.
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Al final logró negociar el plazo con el SAT, pero la libró con la operación muy golpeada. Otra vez a iniciar desde abajo. Justo para el año 2000 se separó de aquella asociación y fue cuando, ahora sí, la razón social fue Transportes Especializados Orizabeños (TEOSA).
Nuevos clientes, crecimiento moderado y todas las ganas de un trabajo que ya le había tomado más de 15 años, cuando más tarde llegó otra crisis, la de 2008-2009.
Le habían apostado todas sus canicas a un cliente en 2005 bajo la promesa de mucho trabajo y bien pagado. Así fueron tres años y don José se endeudó como nunca. Invirtió en camiones, en remolques y en infraestructura. Más del 80% de su operación estaba dedicada a ese cliente.
Apenas llegó la crisis, este generador de carga les dijo que no más. Se quedó con sus camiones parados, los remolques, todo detenido. Y aún por pagar. Otra vez a negociar y regresar lo que se pudo.
De regreso a las bases volvió a poner orden y ahora fue más cauteloso. La empresa resistió el golpe y salió adelante. Para 2010, su hijo José Gilibert Peña se integró a la operación y empezó lavando los camiones, ayudando a los mecánicos y gestionando el tráfico.
Con el paso de los años luego pasó al área administrativa y actualmente es el gerente general de TEOSA. Entre ambos cambian puntos de vista y toman decisiones de negocio. Unas acertadas y otras no tanto, pero siempre buscando lo mejor para la empresa.
La pandemia también les exigió retos importantes y han sabido sortear las malas y las peores. Hoy, TEOSA cuenta con un parque vehicular de 50 camiones y emplea a más de 70 personas.