En la actualidad, Autotransportes Cisneros es una empresa consolidada en el traslado de residuos peligrosos, exceso de dimensiones y con presencia también en la industria minera. Incluso ya opera una filial en Estados Unidos para dar servicio puerta a puerta internacional. 

Pero llegar a este punto no ha sido fácil y su director general, Sergio Cisneros, recuerda que para lograrlo se requirió mucho trabajo, sacrificio, compromiso y, lo más importante: fe. Creer que su sueño era posible. Y hacer que sucediera. 

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Para contar esta historia, Cisneros se remonta a sus padres. Luego de vender la patente de pulpa rago, su padre se dedicó a comprar dulces a granel. Su esposa los empacaba y él se subía a su bicicleta para venderlos en distintas regiones de Coahuila. Sergio recuerda que su padre pedaleaba 100 kilómetros cada día para ganarse la vida. 

Con el tiempo pudo comprarse una camioneta y de esta manera podía recorrer más lugares en menos tiempo. A brochazo limpio la pintaba cada cinco meses, para darle vida con la infinita policromática. Esto, incluso, le permitió conocer y adquirir novedades también en el nicho de la dulcería. 

Así fue como nació “Dulcería El Cometa”, que después se ampliaría y cambiaría a “Abarrotes El Cometa”. Ahí fue el primer trabajo de Sergio Cisneros, primero como vendedor y después como supervisor de rutas. 

Luego de algunos años, esta empresa cerró sus puertas y Sergio Cisneros heredó tres camiones tipo torton. En ese entonces él ya tenía experiencia como vendedor para una harinera en Sabinas, Coahuila, donde también la transportaba. 

También conducía fletes de vidrio y chatarra para Maprid, en Apodaca, Nuevo León. En sus regresos compraba abarrotes para venderlos en Coahuila y ganarse unos pesos extra. Esta empresa demandaba muchos fletes de carbón, y al heredar los torton del negocio familiar, no lo pensó dos veces. 

Enseguida los puso a trabajar, pero sin mucha suerte. Todavía recuerda que no podía completar ningún viaje sin que se le parara la unidad en el camino. Su sueño era tener un tractocamión y fue lo que hizo: vendió los tres vehículos y se compró un quinta rueda usado. 

Igual le salió quejoso y se le descomponía a cada rato. Así batalló al principio, pero nunca se rindió. Como era nuevo en el negocio nadie le daba financiamiento, de tal manera que se fue haciendo de más unidades seminuevas. Un eufemismo, por supuesto. 

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Hasta el año 2000, cuando al fin tuvo acceso a financiamiento, compró tres tractocamiones nuevos. Eso cambió el paradigma, pues aumentó la calidad del servicio y amplió su cartera de clientes. 

La historia de sacrificio, sin días de descanso, conduciendo sus propios camiones, al final, dio frutos. Hoy, a sus 56 años, Sergio Cisneros sabe que la clave de su éxito fue ser fiel a sus sueños y no detenerse hasta hacerlos realidad.