La historia de Joel Sánchez Orellana parecía estar destinada a la violencia, a las actividades ilícitas y, “en el mejor” de los casos, a continuar con el negocio de discos pirata en tianguis de la Ciudad de México. En su familia esa era la forma más “honesta” que había para ganarse la vida.
Desde niño le había ayudado a sus tíos en el puesto, ya que no tenía papás. Era huérfano casi de nacimiento, así que creció en la casa de sus cinco primos, algunos años mayores que él, así que le tocó ser el más pequeño de esa su otra familia.
Y eso implicó ser el que siempre estaba pegado a sus tíos mientras que sus primos iban y venían, haciendo todo tipo de cosas, desde las travesuras no inocentes hasta temas que ya rayaban en lo ilegal, desde la adolescencia.
A Joel le apodaron “El Búho” porque su mirada era muy particular. Vigía, expectante, como si todo el tiempo estuviera analizando lo que miraba. Como un búho.
Conforme fue creciendo se dio cuenta de que por ese camino no le quedaban muchas opciones. O seguir con el negocio que daba poco y cada vez menos o irse con sus primos los más grandes a hacer encargos, y aunque nunca supo exactamente qué hacían, sabía que no era legal, pues de pronto tenían mucho dinero y después desaparecían o se escondían en la casa.
Siempre le ofrecieron “chamba”, pero nunca se animó. Un día en que había ido a su casa a comer y dejó a sus tíos en el puesto de discos pirata, hubo un operativo en el que las autoridades confiscaron todas las mercancías que encontraron, y no sólo eso, sino que específicamente a lo que vendían discos también se los llevaron.
Joel se enteró cuando sus tíos ya no estaban y llegó al puesto donde ya no había puesto. Le contaron lo que había pasado e intentó localizar a sus primos para ir a sacar a sus tíos, pero no dio con ninguno.
Hasta más tarde, cuando el mayor se apareció y “El Búho” le contó lo que había pasado, rápido se fueron al lugar donde les habían dicho que estaban, y les costó trabajo y dinero poder sacarlos.
Justo a la mañana siguiente, cuando discutían qué iban a hacer para invertir en mercancías para reabrir el puesto, el mayor de los primos le pidió a Joel que fuera a la tienda por unos refrescos, y mientras lo encaminaba hacia la esquina, dos camionetas de la entonces Policía Federal les cerraron el paso.
El primo mayor sabía perfectamente de qué se trataba, pero Joel no. él temblaba de miedo y pensó todo, hasta que lo iban a secuestrar, pero el primo alcanzó a empujarlo hacia el interior de un patio en el que todo el día entraban y salían tractocamiones, y alcanzó a decirle: pide chamba de trailero y sigue la corriente.
Joel pasó del espanto a la confusión en un solo segundo y le hizo caso a su primo. Preguntó que si había trabajo mientras escuchaba el operativo en la calle en el que seguro ya estaban aprehendiendo a su primo.
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En esa empresa lo que sobraba era trabajo y todos los días llegaban jóvenes y no tanto a pedir trabajo, y a todos les daban, ya fuera para limpiar, cargar o manejar.
Y así fue como empezó Joel como maniobrista en ese mismo patio, pues ya algunas veces había operado las famosas mulitas, porque varios de sus vecinos las usaban para acomodar sus mercancías en las bodegas.
Lo demás es historia, pues una cosa llevó a la otra y así se hizo operador quinta rueda, pues descubrió que era muy bueno para manejar tracto. Hasta se llevó el 10-28 que lo acompaña a cualquier rincón del país al que le toca ir.
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