“Estamos más cerca de la electromovilidad de lo que creemos. Los ejemplos los tenemos cerca”, expresa Dennis Quennet, Director Ciudades y Transporte Sustentable de la Cooperación Alemana al Desarrollo Sustentable en México (GIZ México).

Para el segmento de carga, señala, es en el transporte de última milla donde ya hay varias empresas con flotas eléctricas: “Es factible el tener camiones eléctricos de reparto en las ciudades, eso hay muchos ejemplos.

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También hay en América Latina, los triciclos eléctricos y hemos hecho algunas experiencias en otros países con este tema, pero son de corta distancia, eso obvio, es para última milla dentro de las ciudades”, precisa.

En otras latitudes, como Alemania, país de origen de GIZ, hay muchas iniciativas que están revisando cómo electrificar al transporte de carga de media y larga distancia: “Pero creo que a nivel mundial no hemos llegado a la tecnología que ya se pueda implementar, todavía es un tema de test, de revisar, de pilotear”, explica en entrevista para TyT.

En contraste, agrega Dennis Quennet, en el segmento de transporte público, hay una amplia oferta de buses eléctricos. Incluso en nuestro país, basta con mirar las implementaciones en la zona metropolitana de Guadalajara y la Ciudad de México, a los que, augura, se van a sumar otras urbes. 

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Posibilidades para el futuro

El representante de esta organización con presencia en 120 países, señala que la electromovilidad requiere que algunos “abran la puerta” con proyectos y demuestren los alcances de este tipo de unidades, para que otros los sigan.

Para Quennet, todo el mundo se fija en estos ejemplos y lo que están haciendo grandes flotas de países de Asia y que ya sucede en las primeras ciudades de Sudamérica.

“Si decimos que la electrificación al transporte es una montaña, estamos subiendo; el pico será cuando empiece a bajar los precios. Ahora tenemos la fase más difícil de la transformación, pero si esto es promovido, incentivado y es compartido el valor agregado que le da a la gente, creo que la montaña se puede sobrepasar”, agrega.

Sin embargo, un reto aún es la comparación de las inversiones para este tipo de unidades, en las que, recomienda, contemplar no solo los números iniciales, sino también mirar el mantenimiento y beneficios ambientales.

Y si bien cuando incremente la oferta, bajaran los precios; esto aún no sucede en México; no obstante, Dennis Quennet prevé que una vez que si las primeras grandes flotas empiezan a adoptar estas tecnologías, las ciudades medianas van a seguirlas y ahí.

“Y no olvidemos un punto importante que nos lleva lejos de Alemania pero muy cerca de la región: en México, hay influencia de cambios en el transporte en Estados Unidos y esos ya están en camino.

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A éstos, nuestro país debe adaptarse, pero también hay una oportunidad para que la industria participe en esta transformación: “¿Por qué no podemos pensar que tal vez con la capacidad de ingeniería y técnica que hay en el país?”, pregunta y en este sentido no descarta que la industria mexicana desarrolle su propio autobús eléctrico y no solamente para el mercado nacional sino como un referente regional con los países de Centroamérica.

“Eso todavía hay que desarrollarlo porque faltan esas buenas prácticas que se están generando y ese también es el papel de GIZ: elaboramos las buenas prácticas o cuando damos cuenta de ellas, apoyamos a sistematizar y difundirlas”, concluye.

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