Daniel llega puntual al patio de la empresa. Entre él y otras dos personas enganchan las dos plataformas y sale rápido rumbo al puerto. Llega puntual a la cita y alcanza a formarse muy adelante de lo que después será una fila de al menos dos kilómetros. Le indican la zona en la que debe enganchar con otros operadores y para allá va, con la emoción de quien suele decir “al que madruga, dios lo ayuda”. 

Rápido tiene la carga lista y sale a buen tiempo, incluso en sus cálculos le dará tiempo perfecto para llegar a Puebla y pasar a comer al lugar donde hacen un mole verde de primer mundo, pero no piensa más en la comida porque se le agujera la panza, dice. Se refiere al hueco que se parece al hambre, pero que más bien es ansiedad. 

Todo transcurre con normalidad, llega al lugar de la descarga y hace una llamada telefónica para reportarse con la empresa y después con su esposa, pues había un par de temas pendientes en casa. 

Está a punto de salir del lugar cuando llega un colega igual con dos contenedores y le pide ayuda para acomodarse, pues apenas lleva un mes conduciendo un full. Por mera empatía le echa la mano, pero le dice que se suba con él para que vea cómo le hace, para que le pase un par de trucos y le quede claro. 

Una clase exprés, pues quien recibió la ayuda se quedó sorprendido con la facilidad y la pericia de Daniel para acomodar el doble remolque en menos de cinco minutos, cuando él se habría tardado media hora, igual que muchos operadores.

¿Quién te enseñó?, pregunta Daniel. 

“No, pues la verdad es que nadie, yo solo, pero pues todavía me falta mucho”, responde el otro. “Ya me van a mandar a unos cursos, pero yo creo ahorita viéndote aprendí más de lo que nadie me podría enseñar en tan poco tiempo”, agrega. 

Justo de regreso a la empresa, Daniel recuerda que a él le enseñó su padre, un operador que actualmente tiene más de 50 años en el volante y que no termina de aprender, y que desde siempre le advirtió sobre los principales errores y algunos tips que lo han sacado del apuro. 

Con el tiempo a Daniel también le ha tocado enseñar a un sobrino y a nuevos operadores que llegan a la empresa. Siempre hay un proceso gradual, entre la teoría y la práctica, ya que se requiere una buena base académica y técnica, pero lo más importante se aprende en el camino, afirma. 

Daniel aprovecha este espacio, también, para resaltar la importancia de viajar con un copiloto, ya sea para enseñarle o para dividirse el trabajo, pues en ocasiones hay viajes urgentes que no dan para que el operador se pare a descansar. 

Esto lo dice porque en años recientes hay empresas generadoras de carga que no permiten la entrada a sus instalaciones de camiones con dos personas, lo que provoca que no haya ese acompañamiento oportuno que se da yendo como 10-12, justo como el colega que le pidió ayuda hace unos instantes. 

Así pues, este operador y dueño de su propio tractocamión, considera oportuno que todos, usuarios y proveedores de transporte, automovilistas y toda la sociedad, ayuden a valorar el oficio de operadores que hace posible que todo llegue a su destino. 

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En tanto, también llama a sus colegas para que se cuiden y cuiden a los demás, pues también llevan una responsabilidad enorme arrastrando desde 30 hasta 70 toneladas en todas las vías de comunicación del país. Su capacitación, insiste, nunca termina, pues la carretera siempre tiene algo por enseñar.